La idea de incorporar las nuevas tecnologías de la información y la comunicación a los procesos educativos suele ser muy tentadora pero frustrante en algunos casos. Tengo la sensación que, sobre todo en las escuelas, el optimismo puede transformase rápidamente en desilusión cuando un docente observa que aquello que había planeado no resultó tal cual lo pensó. Podríamos decir que este tipo de experiencia valdría para cualquier tecnología que utilicemos como recurso didáctico. Y es así porque, en cualquier caso, son los supuestos pedagógicos los que guían la inclusión de recursos tecnológicos en el proceso de enseñanza y aprendizaje. Cuando un docente planifica o programa se apoya en ciertos presupuestos teóricos, prácticos y axiológicos que lo ayudan a determinar qué contenidos enseñará, para qué, cómo los organizará, los abordará y los evaluará.
Al respecto, me interesa aquí reflexionar sobre las nuevas herramientas tecnológicas, es decir sobre la inclusión de las TIC en la enseñanza, en especial dentro de las escuelas.
Creo que es necesario destacar, en primer lugar, que las TIC son parte de la realidad de los jóvenes. Cada vez más, niños y adolescentes, han ido incorporando distintos aparatos tecnológicos a sus prácticas cotidianas y configurando a partir de ellos su propia identidad, la forma de relacionarse con otros y el modo de acercarse al conocimiento. La escuela, por su parte, reconoce esto pero ha respondido de diferentes maneras. Por un lado, están quienes sostienen que la escuela debe resistir a esta nueva realidad, y por otro, quienes con más esperanza han visto en ella una nueva oportunidad.
Más allá de la postura que se adopte, lo cierto es que la integración de las tecnologías en la educación está colmada de impedimentos. Área Moreira (2002) sistematiza una serie de condiciones que no favorecen y generan resistencia para la inclusión de las tecnologías en los procesos educativos:
“a) persistencia de un modelo de institución escolar que fue creada en el siglo XIX para responder a las necesidades de las incipientes sociedades industriales.
b) el curriculum está organizado siguiendo el modelo ilustrado de la cultura del siglo XVIII (es decir, compartimentalizado y secuenciado en materias o disciplinas científicas en orden creciente de dificultad).
c) desarrollo deficitario de la infraestructura y recursos tecnológicos en las aulas y centros educativo debido a las limitadas inversiones económicas.
d) ausencia de conocimientos y destrezas tanto tecnológicas como pedagógicas para que el profesorado pueda planificar, desarrollar y evaluar actividades educativas apoyadas en tecnologías no impresas.
e) vigencia en las actividades y prácticas del aula de los modelos tradicionales de enseñanza que priman la transmisión y recepción del conocimiento y de un modelo cultural libresco, decimonónico, y en consecuencia, de la generalización limitada de modelos de aprendizaje orientadas a desarrollar nuevas competencias y habilidades necesarias para la alfabetización digital”.
Estas condiciones desfavorables alimentan algunos mitos y se traducen en frustraciones cuando no se cumplen las expectativas que genera la incorporación de las tecnologías tal como explica Rosenberg (2001) al referirse a los “ciclos de fracaso” que terminan produciendo el paradójico efecto de reforzar los viejos modelos educativos que se pretende transformar.
Uno de los mitos “construidos por los mismos actores educativos para preservarse de la inclusión de la informática en sus prácticas escolares” o “porque la tecnología les era lejana a sus propias prácticas”, es que respecto a las TIC los alumnos saben más que los docentes. (Susana Muraro, 2005)
Si bien puede ser válido pensar que este sentimiento de indefensión puede ocultar cierta comodidad con lo instituido, también es cierto que muchos docentes, quizás la mayoría, no cuentan con la formación necesaria para incorporar las nuevas tecnologías a sus prácticas. La cuestión central es cómo incluirlas, es decir, contar con los conocimientos necesarios que permitan definir para qué y por qué el uso de ellas aportará un valor agregado a lo que se enseña y se aprende.
En este sentido, podemos citar a Marchesi, A. y otros autores (2003) que consideran que se han atribuido numerosas ventajas a las TIC como instrumentos de mejora de los aprendizajes de los alumnos, entre ellas crear contextos de aprendizajes que abren nuevas posibilidades de información y comunicación; promover la interactividad; transformar nociones abstractas en modelos figurativos a partir de los programas informáticos; aproximar el entorno escolar a otros entornos de los alumnos facilitando la transferencia de aprendizajes de unos contextos a otros; y ampliar las relaciones de alumnos y profesores con sus pares, superando hasta las distancias físicas.
Por su parte, Salomon, Perkins y Globerson (1992) introducen el concepto de “residuo cognitivo transferible” para describir los efectos de la interacción de las personas con las tecnologías. Sostienen que dicha colaboración, dota a las personas “de habilidades, y de estrategias del pensamiento que reorganizan y aumentan su rendimiento, incluso cuando estén apartadas de la tecnología en cuestión.” En tanto, David Jonassen (1996) propone aprender con las computadoras en tanto pueden constituirse en “socias intelectuales” que mejoran la capacidad de reflexión y facilitan la construcción del conocimiento.
Ahora bien, como destacan Marchesi y otros, estas ventajas son posibles en tanto y en cuanto exista un modelo o proyecto pedagógico que soporte estas posibilidades; serán aprovechadas en la medida que los docentes sean capaces de planificar y programar la incorporación de las TIC en el desarrollo de contenidos a partir de sus propios saberes y habilidades respecto a ellas. Los docentes deben estar preparados para asumir este desafío. Un desafío que es tanto individual como social.
Referencias bibliográficas
MÓDULO: ENSEÑAR Y APRENDER CON TECNOLOGIAS, Diplomatura en Educación y Nuevas Tecnologías 2009, FLACSO Argentina (Sesiones 1, 2, 3 y 4).
AREA MOREIRA M. (2002 ) “ La integración escolar de las nuevas tecnologías. Entre deseo y realidad”, en: Revista Organización y gestión educativa, N° 6, noviembre–diciembre, pp. 14-18. Disponible en: URL: http://webpages.ull.es/users/manarea/Documentos/integracion.pdf
JONASSEN, D. H. (1996) Learning from, learning about, and learning with computing: a rationale for mindtools. Computer in the classroom: mindtools for critical thinking. (pp.3-22) Englewood Cliffs, New Jersey : Merrill Prentice
MARCHESI, A. y MARTIN, E (2003) Tecnología y Aprendizaje. Madrid: Editorial SM. Disponible en: URL: http://www.piloto.librosvivos.net/ Cap. 1.
MURARO, S. (2005) Una introducción a la informática en el aula. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.
SALOMON, G., PERKINS, D. Y GLOBERSON, T. (1992), “Coparticipando en el conocimiento: la ampliación de la inteligencia humana con las tecnologías inteligentes”, en Revista CL&E Comunicación, lenguaje y educación Nº 13:6-22.
Al respecto, me interesa aquí reflexionar sobre las nuevas herramientas tecnológicas, es decir sobre la inclusión de las TIC en la enseñanza, en especial dentro de las escuelas.
Creo que es necesario destacar, en primer lugar, que las TIC son parte de la realidad de los jóvenes. Cada vez más, niños y adolescentes, han ido incorporando distintos aparatos tecnológicos a sus prácticas cotidianas y configurando a partir de ellos su propia identidad, la forma de relacionarse con otros y el modo de acercarse al conocimiento. La escuela, por su parte, reconoce esto pero ha respondido de diferentes maneras. Por un lado, están quienes sostienen que la escuela debe resistir a esta nueva realidad, y por otro, quienes con más esperanza han visto en ella una nueva oportunidad.
Más allá de la postura que se adopte, lo cierto es que la integración de las tecnologías en la educación está colmada de impedimentos. Área Moreira (2002) sistematiza una serie de condiciones que no favorecen y generan resistencia para la inclusión de las tecnologías en los procesos educativos:
“a) persistencia de un modelo de institución escolar que fue creada en el siglo XIX para responder a las necesidades de las incipientes sociedades industriales.
b) el curriculum está organizado siguiendo el modelo ilustrado de la cultura del siglo XVIII (es decir, compartimentalizado y secuenciado en materias o disciplinas científicas en orden creciente de dificultad).
c) desarrollo deficitario de la infraestructura y recursos tecnológicos en las aulas y centros educativo debido a las limitadas inversiones económicas.
d) ausencia de conocimientos y destrezas tanto tecnológicas como pedagógicas para que el profesorado pueda planificar, desarrollar y evaluar actividades educativas apoyadas en tecnologías no impresas.
e) vigencia en las actividades y prácticas del aula de los modelos tradicionales de enseñanza que priman la transmisión y recepción del conocimiento y de un modelo cultural libresco, decimonónico, y en consecuencia, de la generalización limitada de modelos de aprendizaje orientadas a desarrollar nuevas competencias y habilidades necesarias para la alfabetización digital”.
Estas condiciones desfavorables alimentan algunos mitos y se traducen en frustraciones cuando no se cumplen las expectativas que genera la incorporación de las tecnologías tal como explica Rosenberg (2001) al referirse a los “ciclos de fracaso” que terminan produciendo el paradójico efecto de reforzar los viejos modelos educativos que se pretende transformar.
Uno de los mitos “construidos por los mismos actores educativos para preservarse de la inclusión de la informática en sus prácticas escolares” o “porque la tecnología les era lejana a sus propias prácticas”, es que respecto a las TIC los alumnos saben más que los docentes. (Susana Muraro, 2005)
Si bien puede ser válido pensar que este sentimiento de indefensión puede ocultar cierta comodidad con lo instituido, también es cierto que muchos docentes, quizás la mayoría, no cuentan con la formación necesaria para incorporar las nuevas tecnologías a sus prácticas. La cuestión central es cómo incluirlas, es decir, contar con los conocimientos necesarios que permitan definir para qué y por qué el uso de ellas aportará un valor agregado a lo que se enseña y se aprende.
En este sentido, podemos citar a Marchesi, A. y otros autores (2003) que consideran que se han atribuido numerosas ventajas a las TIC como instrumentos de mejora de los aprendizajes de los alumnos, entre ellas crear contextos de aprendizajes que abren nuevas posibilidades de información y comunicación; promover la interactividad; transformar nociones abstractas en modelos figurativos a partir de los programas informáticos; aproximar el entorno escolar a otros entornos de los alumnos facilitando la transferencia de aprendizajes de unos contextos a otros; y ampliar las relaciones de alumnos y profesores con sus pares, superando hasta las distancias físicas.
Por su parte, Salomon, Perkins y Globerson (1992) introducen el concepto de “residuo cognitivo transferible” para describir los efectos de la interacción de las personas con las tecnologías. Sostienen que dicha colaboración, dota a las personas “de habilidades, y de estrategias del pensamiento que reorganizan y aumentan su rendimiento, incluso cuando estén apartadas de la tecnología en cuestión.” En tanto, David Jonassen (1996) propone aprender con las computadoras en tanto pueden constituirse en “socias intelectuales” que mejoran la capacidad de reflexión y facilitan la construcción del conocimiento.
Ahora bien, como destacan Marchesi y otros, estas ventajas son posibles en tanto y en cuanto exista un modelo o proyecto pedagógico que soporte estas posibilidades; serán aprovechadas en la medida que los docentes sean capaces de planificar y programar la incorporación de las TIC en el desarrollo de contenidos a partir de sus propios saberes y habilidades respecto a ellas. Los docentes deben estar preparados para asumir este desafío. Un desafío que es tanto individual como social.
Referencias bibliográficas
MÓDULO: ENSEÑAR Y APRENDER CON TECNOLOGIAS, Diplomatura en Educación y Nuevas Tecnologías 2009, FLACSO Argentina (Sesiones 1, 2, 3 y 4).
AREA MOREIRA M. (2002 ) “ La integración escolar de las nuevas tecnologías. Entre deseo y realidad”, en: Revista Organización y gestión educativa, N° 6, noviembre–diciembre, pp. 14-18. Disponible en: URL: http://webpages.ull.es/users/manarea/Documentos/integracion.pdf
JONASSEN, D. H. (1996) Learning from, learning about, and learning with computing: a rationale for mindtools. Computer in the classroom: mindtools for critical thinking. (pp.3-22) Englewood Cliffs, New Jersey : Merrill Prentice
MARCHESI, A. y MARTIN, E (2003) Tecnología y Aprendizaje. Madrid: Editorial SM. Disponible en: URL: http://www.piloto.librosvivos.net/ Cap. 1.
MURARO, S. (2005) Una introducción a la informática en el aula. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.
SALOMON, G., PERKINS, D. Y GLOBERSON, T. (1992), “Coparticipando en el conocimiento: la ampliación de la inteligencia humana con las tecnologías inteligentes”, en Revista CL&E Comunicación, lenguaje y educación Nº 13:6-22.